Mario Payeras - Poeta Guatemalteco
Nació en Chimaltenango en 1940 y murió en México en 1995.
Poeta y ensayista. Se distinguió como dirigente revolucionario. En ensayo publicó Los días de la selva (galardonado con el premio Casa de las Américas), El trueno en la ciudad, Los fusiles de octubre y Asedio a la utopía. Asimismo, Latitud de la flor y el granizo(sobre el medio ambiente mesoamericano). En narrativa, el libro de cuentos El mundo como flor y como invento. En poesía: Poemas de la Zona Reina. (Estos poemas fueron incluidos gracias a la colaboración del poeta Francisco Morales Santos)
ZONA REINA
No recordamos ya cómo éramos al principio
porque con cada día parte un cadáver nuestro
a pudrirse en el tiempo.
Nuestros mejores esbozos de humanidad futura
resultaron apenas artificios de pólvora
que ardieron bajo la lluvia de la primera noche,
porque aquí la realidad todavía está en guerra con los pájaros
e ignora por lo tanto la cristalización de la decrepitud
y los tardíos laberintos
en que suele extraviarse su mudanza.
Y agreguemos:
nunca como estas mañanas
estuvimos tan exentos de los envejecimientos del espíritu
ni nuestros pensamientos se parecieron tanto
a nuestros actos.
SIERRA DE CHAMA
Hemos llegado a un mundo
olvidado por los aviones y los pájaros.
Durante varios meses
nuestra pequeña tropa arrastró por la selva
su aparatosa impedimenta:
tres mástiles de navío,
trapecios de volatín y una carpa en harapos,
dos elefantes viejos,
una ballena con la cola maltratada por la ingratitud de la materia
y demás artefactos que generan júbilo.
Quienes sobrevivimos al último diluvio
hemos aprendido a orientarnos por los recuerdos,
porque del sol hace ya muchos meses que no se tiene noticia,
y para ver a Orión describiendo en el cielo sus piruetas
de aeroplano melancólico
es necesario esperar la vejez del verano.
Sin embargo,
nunca un puñado de bolcheviques con lombrices
había estado tan cerca de tumbar la ley endurecida
que gobierna la hechura de toda mercancía.
Dos cosas más aprendimos en la lluvia:
cualquier sed tiene derecho cuando menos a una naranja grande
y toda tristeza a una mañana de circo,
para que la vida sea, alguna vez, como una flor
o una canción.
DE LA VIDA ENVIDIABLE DE FELICIANO ARGUETA
Ya ves que aquella despedida de México,
provisional como todos los plazos del corazón,
no pudo sobrevivir a su propia promesa.
Y hoy que es marzo,
compañero,
y que ya no te encuentras bajo este viejo cielo
donde los pájaros son desmemoriados,
me llena la certeza de que mientras no nos vimos
averiguaste más sobre la semejanza que en los días de la escuela
llegamos a vislumbrar entre la realidad y las marquetas tempranas
que dejaba en las esquinas el carruaje del hielo.
Así supe que en los años de la guerra
te asediaron a menudo las papalotas de la infancia;
que a tí también te desvelaron las estrellas
en las noches de la sierra
(esa desordenada fiesta de bengalas
de difícil sentido),
y que entre tantos paisajes como viste
había dos o tres que para tí llegarían a ser insustituibles.
Supe que después de todo
te sorprendió que el amor fuera eso tan disperso,
que puede a veces consistir en el rito desolado
de recoger para alguien que ni siquiera conocemos
las caracolas de Guanabo,
en las interferencias de una marimba lejana
en la noche de Bruselas
o en la muchacha de la blusa azul
que un domingo de Berlín nos reveló con sus modales
los infinitos riesgos del olvido.
Hoy sé que así tratabas de explicarme
que el mundo es demasiado grande para nuestra nostalgia.
Y esa desamparada aventura terrestre íbamos a contárnosla
aunque fuera después de aquellos largos almanaques de ausencia,
como tú mismo decías.
Yo te esperé muchas veces en un café de Praga
desde el que pueden seguirse las costumbres
de las gaviotas de noviembre,
mientras tú quizás andabas,
en horarios distintos,
por el remoto cielo de Valparaíso,
pensando que en efecto la realidad es translúcida
pero que es atravesable en un solo sentido
porque no tiene caminos de regreso.
Y qué bueno hubiera sido encontrarnos algún día
para entregarnos cuentas de lo andado,
para mirarnos a los ojos
por lo menos
una vez más en la vida,
y arrancarnos (¿quién sabe?)
los flores que entretanto nos hubieran crecido para el otro
en el propio corazón.
Pero tú sabías que no vale la pena
tratar de ser felices a la vieja manera.
Por eso es explicable que en tu cartera se encontraran
simples objetos de hombre que no le teme al olvido
(y desde aquella hora
la muerte no es para mí esa patria feroz
que nos aflige tanto con su ternura solitaria),
y que un 14 de abril te olvidaras de las citas y de las fechas humanas
y te marcharas conforme hacia el largo domingo sin barriletes ni pájaros,
la región que en los mapas más antiguos que existen
solía representarse con una ballena triste.
CHILABASUN
Hay un lugar nublado en las montañas del norte
al que los hombres llaman Chilabasún.
Es una zona frecuentada por pájaros migratorios,
y quienes siempre tienen hambre han aprendido a cazarlos
[en los atardeceres,
atrayendo con fuego las bandadas hacia las barreras de carrizo
donde se estrellan aturdidas,
pues los pájaros siempre llegan del este
y confunden con el sol la nube iluminada.
Nosotros somos comunistas
y se nos hace fácil el proyecto de repartir los bienes materiales,
porque no tenemos nada;
pero no repartirmos de la misma manera
el amor nuevo de nuestro corazón,
pues no somos todavía como esos inolvidables compañeros de la sierra
que siempre han ignorado el sentido y la teoría
de la propiedad terrestre.
LA ESTRATEGIA Y LA FLOR DEL TAMBORILLO
Quien piense dirigir una guerra en la selva,
tiene que aprender de la flor del tamborillo.
Ningún general asedia al adversario con tanta
maestría, como esta flor amarilla. Todos los años
toma febrero por asalto, instaura la floración total
de la primavera y se retira sin ruido por las rutas
de marzo.
EL PENSAMIENTO ES UN PAJARO EXTRAÑO
El pensamiento es un pájaro extraño
que se alimenta de sus propios yerros.
Toda filosofía guarda algo de los sofismas
frente a los cuales se erige como verdad.
De residuos de teoría construimos el martillo
para demoler lo viejo.
Historia del maestro que tardó toda la vida para componer una pieza de Marimba
Patrocinio Raxtún llegó a la selva al comenzar a envejecer. Era originario de una región de guardabarrancas y palos voladores, y había dejado aquel mundo porque todos sus bienes materiales consistían en tres naranjales averiados por el tiempo. Sabía tocar marimba desde la niñez; pero las preocupaciones cotidianas por una riqueza expuesta a las vicisitudes de la luz y a la voracidad de las migraciones, no le habían dejado ocasión para la música. Buscando la felicidad, a lo largo de semanas había descendido por la vertiente húmeda de Los Cuchumatanes, hasta internarse en el ruidoso universo de los loros de invierno. Por los días en que cesan las lluvias torrenciales llegó a un poblado antiguo, en las margenes del Chixoy, donde parecía no haber nadie. La vida transcurría a la sombra de grandes árboles de zapote. Allí habilitó una vivienda abandonada, raspó los horcones florecidos y organizó una economía inaccesible a las leyes mercantiles y a las especies depredadoras del aire. Las manadas de monos que desde la soledad espiaban las cosas de los hombres, vieron cuando la boa ratonera que hasta entonces había ocupado la vivienda se iba del lugar imperceptiblemente.
En cuanto hubo resuelto sus necesidades materiales, el maestro músico inició la costrucción de una marimba. No quería regresar a la soledad sin pájaros de la muerte antes de haber ordenado en el tiempo la matématica triste que lo desvelaba. Sabía que en la selva hay variedades afortunadas de madera que pueden convertirse en instrumentos de percusión, gracias al entendimiento. La fabricación de marimbas se basa en ecuaciones viejas de la memoria que le permiten al hombre volver asunto de la inteligencia el material de que estan hechos los quiebracajetes. De ahí que al llegar la época en que los loros aturden temprano la realidad, Patrocinio Raxtún se internó en el bosque, en busca de palo de hormigo. Es esta una especie sonora que a pesar de su raigambre lluviosa y su vocación de canario, hace revirar el hacha. Dos días le llevó tumbarlo y separar un trozo suficiente para obtener veintiséis teclas, asediado por enjambres de abejas que transformaban en formas dulces de energía la sal del trabajo físico ordinario.
Lo que siguió a continuación fue obra de la intemperie y de los días. El trozo de hormigo desprendió la corteza por sí mismo, asimiló la luz y expulso de sus tejidos toda posibilidad de florecimientos posteriores. Al golpearla en septiembre con el cabo del hacha, la madera tenía la resonancia de una botella vacía. Entonces el maestro músico colocó el trozo sobre dos tripodes de horcones, y bajo un cielo de urracas se dedicó a aserrarlo, hasta obtener el tablón de dimensiones y grosor adecuados para el objeto. Luego, siguiendo el hilo de la madera, cortó veintiséis piezas en proporción decreciente, guiandose por un modelo ideal que en el espacio de las cosas tangibles habría de ocupar tres cuartos de brazada. Concluido el oficio grande, se aplicó a la labor de precisión de las teclas. Hay relación exacta entre la edad de la madera y el timbre del sonido que produce; pero esta proporción tambien depende del volumen del tejido vegetal que por unidad sonora es sometido a percusión. De ahí que con cada pieza resultó necesario desbastar espesores al oído y calcular posiciones de memoria, hasta obtener los equivalentes materiales de una escala medida con el pensamiento. El valor musical de la tecla mayor lo estableció arbitrariamente, tomando como referencia los ruidos grandes de la realidad y reduciéndolos luego a dimensiones cotidianas. Cuando esta primera tecla estuvo lista, el sonido que produjo era semejante al de los goterones de mayo en los tejados de la altiplanicie.
En diciembre calculaba terminar el teclado; pero acontecimientos imprevistos enredaron su proyecto en el tiempo. Los años de contradicciones con tordos y gorriones habían deteriorado el árbol con que su cuerpo se ventilaba por dentro. Cuando trabajaba en la décima tecla comenzaron a dolerle las costillas y a quedarse sin aire. Varios meses permaneció postrado en el camastro, sintiéndose encanecer apresuradamente. Pero la enfermedad desarrolló en sus organos una nueva forma de sabiduría. Su cuerpo se tornó sensible a los menores cambios de temperatura, y con los huesos adivinaba los horarios del rocío. Con extraordinaria precisión llegó a establecer los itinerarios de la luz en los complejos mapas de la primavera. Cada mañana hacía inventario de las averías que los procesos rutinarios de la materia le habían ocasionado a las teclas concluidas. Cuando el viento comenzó a soplar desde latitudes de ballenas y pelícanos, Patrocinio Raxtún vio que la posibilidad de la música dependía de la resistencia a la descomposición que presentaran sus tejidos y los del palo de hormigo. En mayo, sin embargo, las migraciones de la muerte abandonaron repentinamente el árbol de la vida. Pocos días después trabajaba otra vez en la marimba.
Durante la convalecencia terminó el teclado. Veintiséis piezas espléndidas, atadas en un haz, aguardaban a que una inteligencia musical les diera el orden definitivo que habrían de tener en el reino de los objetos. Con el sigilo de quien se sabe rodeado de factores frágiles y perecederos, el maestro músico procedió a organizar la armazon ingravida y paciente que sobre tiras paralelas de tripa habría de soportar el teclado. La dotó de dos patas y de un asiento ensamblado a la estructura, de tal manera que en conjunto recordaba el esquema de una de las bestias ecuatoriales del zodiaco. Desde el invierno anterior, en un área del tapanco fuera del alcance de los pijuyes, tenía apartada tres docenas de tecomates, recurso utilizado por los músicos antiguos para resolver el problema de la resonancia. Bajo cada tecla dispuso uno de estos recipientes de sonido, en orden determinado según tamaño y propiedad sonora, puesto que las dimensiones de cada cascarón no siempre corresponden a sus virtudes acústicas. Existen cascarones de gran corpulencia y resonancia delicada; y los hay de vozarrón grave, capaces de repetir el retumbo del trueno y el estruendo de la lluvia, cuya configuración no parece hecha a la medida de esos ruidos. De ahí la irregularidad de los sistemas de resonancia en las marimbas elementales. Para sacarle música a aquel artefacto triste hacían falta únicamente baquetas con cabeza de hule, forma tradicional de atenuar la percusión sobre la madera mansa.
Tres años después de haberse instalado en la selva, Patrocinio Raxtún comenzó a tocar. En mañanas de sol colocaba la marimba bajo los palos de pito del patio, y durante algunas horas se dedicaba a explorar el teclado. Vio que iba a ser difícil tratar los delicados asuntos de guardabarrancas y cohetes de caña en un instrumento de resonancias incontrolables, hecho más bien para hablar del bullicio atmosférico que dejan las multitudes de loros en la realidad de los diluvios y las primaveras inmemoriales. Lo que trataba de expresar tenía que ver con los coletazos de barrilete en barrena que describe el Carro Mayor en las noches inmensas de la altiplanicie, con la tristeza de los gallos de hierro en las veletas descompuestas, con los caminos invisibles de los pájaros. Eran cosas simples y exactas que, sin embargo, la madera transformaba en aguaceros. Por eso evitó los sonidos simultáneos y buscó producir notas claras y distintas. Inició la pieza con un acorde lento que detuvo largamente el sol, de tal manera que quien escuchara supiera que iba a hablar de cosas de antes y que se proponía lamentar su ausencia. Luego, toco un do rápido para tomar impulso y dejar ir después, muy despacio, toda la nostalgia efímera peripecia en el tiempo, alternando notas altas y bajas que en su síntesis y combinación evocaban los lucerones de diciembre al alcance de la mano, los geranios de abril, la brevedad de las moras y la alegría fugaz de las jaulas con canarios que llevan por las ferias los adivinadores ambulantes. Cuando todo esto fue dicho, sin prisa, sin aceleraciones que confundieran unas cosas con otras, lamentándose un poco por lo precario e inasible del tiempo, agregó un trozo breve con la baqueta de la mano izquierda, el cual inició antes de terminar el que estaba tocando con las dos de la derecha. Este hablaba de cosas gratas, aunque pasajeras. Se refería a los bailes ocasionales de moros que se quedan para siempre en la dimensión de los espejos y los patios barridos, celebrando las máscaras de dientes perfectos y sonrisa cruel, los bigotes de oro derretido, la mirada azul y la expresión estática de los cristianos frente a un cielo extranjero de cenzontles y palos voladores. Indicó con la música que así había sido siempre; que la felicidad consiste en haber visto y poder recordar, y que en los armarios intactos de la memoria el mundo permanece sin polvo ni mudanza. Después volvió a decir una y otra vez las mismas cosas. Parecía repetir el asunto anterior exactamente; pero en realidad se refería a él desde estados de ánimos distintos. Entonces se dio cuenta de que en el orden y en la sucesión de la música hay mucho de las costumbres de los números; que la música es una matématica de los sentimientos y que para expresar el movimiento de las cosas en el espíritu se hacen necesarios números que fluyan.
Tocando la misma pieza, Patrocinio Raxtún no sintió llegar la vejez definitiva. Cada vez con mayor frecuencia se quedaba dormido bajo los palos de pito en el patio. En abril llegó a la conclusión de que toda su música duraría en el tiempo menos que un aguacero. Cuando llegaron otra vez las lluvias entró la marimba y se encerró a pasar el agua. Su cuerpo buscó el camastro y su espíritu permaneció a partir de entonces en la remota realidad de los loros de invierno. El instrumento músico corrió la suerte de los objetos comunes. El interior de la casa se llovió con los días, y por las patas ascendió a la marimba la humedad de la vida. Meses después, la madera brotó retoños nuevos. En octubre, una boa ratonera se instaló en la vivienda.
Mario Payeras reconstruye la vida de un guerillero durante la guerra civil en Guatemala. Nos cuenta como es sobrevivir en la selva, luchando con la naturaleza salvaje y contra el enemigo al mismo tiempo. También describe la lucha por la justicia y nos habla de desalientos morales.
Frases De Mario Payeras
Nunca un puñado de bolcheviques con lombrices había estado tan cerca de tumbar la ley endurecida que gobierna la hechura de toda mercancía.
Dos cosas más aprendimos en la lluvia: cualquier sed tiene derecho cuando menos a una naranja grande y toda tristeza a una mañana de circo, para que la vida sea, alguna vez, como una flor o una canción.
Provisional como todos los plazos del corazón.
Y qué bueno hubiera sido encontrarnos algún día para entregarnos cuentas de lo andado, para mirarnos a los ojos por o menos una vez más en la vida, y arrancarnos (¿quién sabe?) los flores que entretanto nos hubieran crecido para el otro en el propio corazón.
Ningún general asedia al adversario con tanta maestría, como esta flor amarilla. Todos los años toma febrero por asalto, instaura la floración total de la primavera y se retira sin ruido por las rutas de marzo.
Toda filosofía guarda algo de los sofismas frente a los cuales se erige como verdad.
Nuestros mejores esbozos de humanidad futura resultaron apenas artificios de pólvora que ardieron bajo la lluvia de la primera noche.
Nosotros somos comunistas y se nos hace fácil el proyecto de repartir los bienes materiales, porque no tenemos nada.
El pensamiento es un pájaro extraño que se alimenta de sus propios yerros.
No recordamos ya cómo éramos al principio porque con cada día parte un cadáver nuestro a pudrirse en el tiempo.
Emprenderemos viaje, con el secreto dolor de que no habrá regreso a ninguno de los sitios en que fuimos felices.
De residuos de teoría construimos el martillo para demoler lo viejo.
LOS FUSILES DE OCTUBRE de MARIO PAYERAS: EL POSTMORTEM DE LA REVOLUCIÓN
Algunos poemas de Mario Payeras |
En 1991 el ex-comandante guerrillero Mario Payeras (1940-1995) publicó su último libro, titulado Los fusiles de octubre(1). Llevando como epígrafe una cita de Simón Bolívar que dice "el arte de vencer se aprende en la derrota," el mismo pretende ser un balance crítico de la estrategia guerrillera hasta la desarticulación de los frentes a principios de los ochenta con el motivo de "esclarecer las insuficiencias y contribuir a rectificar los errores que... hemos cometido los revolucionarios... al relacionar lo político con lo militar" (9).
¿Por qué lo incluimos en esta sección? Por dos razones. Por un lado, su examen es un post-mortem de la estrategia guerrillera que, como indicamos en el segundo capítulo, constituyó un rasgo estratégico que tuvo un claro impacto cultural durante el período 1960-90, hasta el punto de llevarnos a denominar el mismo "período guerrillerista." La presencia guerrillera fue el tropo emblemático de la crisis de estas décadas. De allí que un texto que disecte mejor que ninguno el sistema de pensamiento que articuló el mecanismo guerrillero nos parece indispensable como indicador de que dicho período efectivamente acabó y que nos estamos moviendo hacia "nuevos desafíos" como el mismo texto indica en sus últimas páginas. Por el otro, como evidencia de que en un proceso en el cual queremos significar cómo los centroamericanos se han pensado a sí mismos y han gradual y paradigmáticamente reconstituido su subjetividad por medio de variados procesos textuales, no interesa tanto la hegemonía de un cierto género literario por encima de otro, sino más bien cómo diferentes géneros desde su particular perspectiva como sintetizadores de conocimiento articulan sus efectos de verdad en el proceso de reconfigurar el sujeto.
¿Qué género le correspondería a Los fusiles de octubre? Su autor ha publicado todo tipo de géneros. Comenzó con un testimonio, Los días de la selva, que ganó el premio Casa de las Américas en 1980. Continuó con el género testimonial con El trueno en la ciudad (1987), pero enseguida saltó al cuento corto (El mundo como flor y como invento, 1987), al "análisis ecológico" que podríamos catalogar como una especie de ensayo (Latitud de la flor y el granizo, 1988), la poesía (Poemas de la zona reina, 1989) y dejó casi concluida una novela a la hora de su muerte. Obviamente Los fusiles de octubre podría ser también un ensayo, lo cual implicaría la aburrida tarea de definir los rasgos formales que caracterizarían a este género. El autor subtitula el libro "Ensayos y artículos militares" sin definir genéricamente lo que esto implica más allá de su contenido y de su naturaleza breve:
Los ensayos y artículos que componen el presente volumen fueron escritos entre 1985 y 1988, como balance crítico de la experiencia guerrillera... Representan el punto de vista de un protagonista de ese periodo de lucha, enfocado desde la perspectiva de la ruptura política que dio lugar en el país a un nuevo proyecto político... En el conjunto de elaboraciones es claramente perceptible la evolución del pensamiento, el corrimiento de los énfasis del plano militar a la perspectiva política, cambio de prioridades que coincide con los cambios en la situación centroamericana. (9)
De particular relieve nos parece la frase "el punto de vista de un protagonista de ese periodo de lucha." Efectivamente, más allá de las diferencias entre géneros y las supuestas hegemonías entre unos y otros me parece que lo más relevante de toda la textualidad narrativa centroamericana del período estudiado es que toda ella constituye "puntos de vista de protagonistas de ese periodo de lucha," o de crisis si se prefiere. Es este el punto focal que examinamos a lo largo de todo este libro más allá de cualquier diferencia de índole genérica, porque es a partir de esos puntos de vista que podemos entender como conceptualiza el mundo el sujeto centroamericano y cómo se identifica a sí mismo dentro de él.
Dado lo anterior, no nos preocuparemos por definir formalmente si Los fusiles de octubre es o no un "ensayo." Más bien exploraremos brevemente cómo conceptualiza la problemática militar durante el período de crisis que está a la base de toda nuestra problemática.
Para hacer lo anterior, partamos de su descripción. El texto de Payeras comienza analizando la estrategia guerrillera y contrainsurgencia 1970 - 1984. Dicho análisis lo remite a problematizar la naturaleza del foco guerrillero. Esto, a su vez, lleva a una interrogación sobre el surgimiento de los ejércitos revolucionarios. Lo anterior implica una problemática histórica. De allí que entonces se analicen tres momentos críticos de la historia militar guatemalteca: la campaña de 1871, la insurrección armada de 1920 y la insurrección armada de 1944, para concluir con un balance final firmado en 1990 a los treinta años de lucha armada revolucionaria.
Payeras está singularmente cualificado para este tipo de evaluación. Se incorporó a la lucha armada desde 1968. Ingresó al país en enero de 1972 con El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), tal como se narra en Los días de la selva. En 1974 fue elegido miembro de la Dirección de la organización, quedando encargado de diseñar la estrategia guerrillera y la táctica de las unidades militares. Yolanda Colom ha enumerado su aporte, escrito "a la luz del fogón o sosteniendo una linterna con la mano izquierda, sentada como podía en el suelo o en algún tronco":
En los cursillos utilizábamos viejos y nuevos materiales de formación elaborados a partir de las necesidades que enfrentábamos en la práctica y de los objetivos que como organización nos proponíamos. Entre los documentos nuevos, elaborados por Mario, estaban: Nuestra concepción militar; Diez ideas principales del EGP; Las clases y la lucha de clases; Nuestra revolución; El poder local; Los hombres y las abejas(sobre nuestro estilo de trabajo); Las ocupaciones revolucionarias de tierras; La reforma agraria; Cómo es nuestra sociedad y qué debemos hacer para cambiarla; Estructura del estado guatemalteco; La táctica guerrillera; Las tres abuelas que se fueron a la montaña (basado en una leyenda chuj)(2)
Estamos, pues, hablando del principal teórico de la problemática guerrillera en Centroamérica, aunque tal información fue rigurosamente clandestina hasta hace pocos años. Lo interesante en el presente caso es que este mismo teórico tenía una formación filosófica que inició en la Universidad de San Carlos y continuó en Leipzig. Simultáneamente era un apasionado de la literatura que venía escribiendo poesía desde principios de los años sesenta como parte del grupo del Fu Lu Sho reseñado en el segundo capítulo, e inició sus poemas recogidos en Poemas de la zona reina desde el mismo momento del ingreso de la guerrilla a la selva en 1972. Fue todavía como comandante guerrillero de esa zona, y enmedio de sus escritos militares, que inició en 1976 la escritura de su colección de cuentos El mundo como flor y como invento. Para Payeras tampoco había contradicción alguna entre el trabajo político organizativo más difícil del mundo enmedio de aquella selva en la cual "llegaba tan extenuado a cada punto que no le quedaban energías para escribir lo que durante la caminata había sistematizado en la cabeza" debido a que después de 6 años en la selva "las enfermedades, las hambrunas, el esfuerzo físico... y las preocupaciones propias de su función habían mermado drásticamente su salud"(3), y la formación filosófica que informaba una particular concepción que se expresaba creativamente por medio de géneros "de elites": el cuento, la poesía, la novela.
Payeras inicia Los fusiles de octubre argumentando que a partir de 1981 se conformó una situación estratégica en la cual el factor militar se convirtió en el decisivo, de manera los factores estratégicos políticos pasaron a depender de éste. Sin embargo, no se ha elaboró una "valoración coherente de la situación de la correlación de fuerzas" (12) y esta es una de las claves de la explicación de la pérdida de la iniciativa militar por parte del movimiento revolucionario. De allí que él intente "un primer acercamiento a esta crucial problemática del movimiento revolucionario guatemalteco."
En ese proceso plantea que los conceptos bajo los cuales operó la guerrilla al reconstituirse a principios de los setenta incluía que la nueva dirección resolviera la contradicción entre lo político y lo militar, entre el partido y la guerrilla, creando ese concepto híbrido llamado "organización político-militar." Enseguida, afirma la necesidad de incorporar a la fuerza motriz de la revolución que era el campesinado pobre indígena. Asimismo, la implantación guerrillera debería darse en territorios con "débil presencia enemiga" (14). Finalmente, debería romperse la dependencia logística del "suministro citadino" de aparatos clandestinos que le proveyeran todos los recursos necesarios a las columnas guerrilleras. Para eso fue necesario crear bases de apoyo dentro del mismo campesinado, para que éste le proveyera todos los recursos necesarios a "su" ejército.
Aunque en un principio el seguimiento de esta línea contribuyó a un acelerado y masivo desarrollo de las fuerzas guerrilleras, el mismo crecimiento hizo que, en la ciudad y en el llano, no se constituyeran bases de apoyo. Se creó en su lugar un aparato clandestino "que en la práctica sustituyó a las masas en su calidad de protagonistas del proyecto(17; subrayado suyo). Esto inició una dependencia en el aparatismo que posteriormente fue fatal para las fuerzas guerrilleras. El ejército procedió a aislar los aparatos clandestinos de las "fuerzas populares y democráticas" para iniciar su desmantelamiento.
Dado lo anterior, entre 1981 y 1983 las fuerzas revolucionarias no fueron capaces de contrarrestar la estrategia de contrainsurgencia y quedaron a la defensiva. Al deteriorarse la participación de las masas en el esfuerzo militar se desplazó el eje de las contradicciones de lo militar a lo político, y las fuerzas revolucionarias tampoco pudieron reaccionar a tiempo por negarse a reconocer dicho desplazamiento. Payeras concluye:
...la limitación fundamental de las fuerzas revolucionarias, en el terreno militar, consistió en que no fueron capaces de alcanzar las formas superiores de desarrollo de la guerra de guerrillas que demandaba la situación estratégico-militar conformada en el país... la limitación mencionada revela la persistencia o no-superación plena del punto de vista foquista prevaleciente en la década de los años sesenta, ya sea en el plano político o en el militar. (29)
Payeras desprende como conclusión que el foquismo demostró sus límites históricos, pues "ninguna fuerza guerrillera foquista logró alcanzar la etapa de construcción de fuerzas militares regulares ni pasar a la guerra de movimientos en un territorio liberado a partir de él" (30).
A nosotros nos parece importante señalar también que lo que tenemos aquí es un cambio en el sistema de pensamiento que no fue percibido por las fuerzas revolucionarias precisamente por la falta de una reflexión crítico-teórica capaz de detectar dichas transformaciones. No se detectó así el fluctuante espacio cultural de confrontaciones entre actores sociales que legitiman y deslegitiman relaciones de poder.
El esquema foquista, heredado sin haberlo comprendido plenamente de la revolución cubana como señala el mismo Payeras, se convirtió en una fuerza coercitiva que constriñó la naturaleza, el discurso y la práctica revolucionarias:
En nuestro caso, los efectos sociales del atraso estuvieron en la base de la desproporción entre los factores políticos y militares. Las masas populares del área de implantación hicieron virtualmente su experiencia de organización... bajo la presión de la guerra de guerrillas en curso, lo cual impone por naturaleza exigencias y ritmos que no se pueden regular a voluntad cuando se contraponen militarmente fuerzas beligerantes. La energía fundamental de la fuerza guerrillera... se consumió en organizar, en explicar, en politizar... La guerrilla supone que está creando organización militar, cuando en realidad está creando organización social en función política. (92-93)
El reduccionismo en la implicación práctica del foquismo implica la necesidad de elaborar un pensamiento crítico que vaya más allá de la disciplinariedad revolucionaria, que sea capaz de evaluar estas formas de conocimiento para superarlas en el proceso de encontrar nuevas formas de interpretar la realidad política. Por eso Los fusiles de octubre es una reflexión sobre el proyecto revolucionario y una metodología. Su meta es romper los fosilizados sistemas de pensamiento revolucionario y ver qué es lo que puede ser subsecuentemente reafirmado, o bien que es lo que hay que reelaborar desde un principio. Su efecto no es entonces el de sintetizar hegelianamente sino el de yuxtaponer experiencias diversas para permitir al lector comprender la multiplicidad de discursos posibles dentro del campo revolucionario. Para hacerlo, tiene que historificar las técnicas que han regulado la práctica revolucionaria, sea como producción discursiva, sea como represión ideológica, sea como intuiciones nunca teorizadas. En otras palabras, Payeras intenta reelaborar las historias de discursos desconocidos, olvidados, excluidos o marginalizados pero que han informado de manera decisiva la práctica subversiva y transgresiva de la sociedad centroamericana durante los últimos 100 años. En este sentido el suyo es un texto que merece mayor reconocimiento, y que merece una evaluación crítica, por mínima que sea, en el proceso de hacer a vuelo de pájaro un mosaico de la narratividad post-crisis, post-guerras civiles.
David, felicitaciones por este nuevo blog divulgativo de la obra intelectual de los guatemaltecos. Leí lo de Mario Payeras y quedé gratamente sorprendida por la profundidad de sus ideas, su vida de compromisos y el tratamiento del detalle en el cuento del constructor de la marimba, toda una lección sobre la vida y el tiempo. Muchas gracias, ha sido todo un acierto la idea de rescatar la dignidad de todas las maravillas que tenemos. Un abrazo y ¡adelante! Frida
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