Tiempo de Tortuga - Mario Payeras
Tiempo de tortuga
He llegado a la edad en que los orangutanes se cansan de vivir, mientras las tortugas francas apenas se preparan para su viaje entre siglos. Aún no he vivido el tiempo que los lentos cometas tardan en recorrer su riel del universo ni el que emplea el amante para romper el techo de la selva y acercarse al relámpago. En este lapso único he visto las migraciones recorrer los caminos de que está construido el mundo y me he apropiado así de los pájaros y de los caminos. Y gracias a la mujer con cuyo corazón el mío juega al tambor en el eco de su sangre, amanezco con la voz llena de mariposas y retengo en la memoria el silencio de la rosa. Mi proeza más grata ha sido besar la boca de las muchachas en flor y mi verdadero oficio es defender con la vida la puerta que resguarda la libertad de la especie. Escucho el canto del mar, sigo con el pensamiento el majestuoso despliegue de las osas polares, pero mi perplejidad dura ya medio siglo y duraría siempre si por siempre viviera.
Este poema es una reflexión con motivo de su cumpleaños numero cincuenta (1990).
Los días de Payeras
ETNICIDAD Y AUTONOMÍA
EN EL PENSAMIENTO DE MARIO PAYERAS
Héctor Díaz-Polanco
A mediados de los años ochenta la figura de Mario Payeras era ya conocida en los círculos intelectuales mexicanos. De su libro Los días de la selva (1980), premiado por Casa de las Américas, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de México, hizo una edición accesible. Esta hermosa crónica de la experiencia guerrillera en los frentes rurales del noroccidente guatemalteco durante los años setenta, en la que el autor había sido un organizador y protagonista destacado, fue leída con avidez y asombro. Aparte de los méritos intrínsecos, llamaba la atención que un comandante guerrillero sumara a sus probadas cualidades revolucionarias las extraordinarias dotes de escritor que se advertían en la obra.
Un pensador inquietante
Muy pronto tendría la ocasión de conocer al luchador, al escritor, al analista y, entonces lo descubriría, al poeta. En suma, al hombre. Los avatares de la lucha lo habían conducido de nuevo a tierras mexicanas. Por esas fechas, el legendario comandante Benedictoya traía entre sus papeles un libro que reflexionaba sobre el accionar guerrillero en el frente urbano a principios de los ochenta. La obra no encontraba editor. Los apuros económicos que experimentaban ya las empresas editoriales explicaba, en parte, la dificultad. Otra más importante era el contenido mismo del libro: crítico y autocrítico ante los métodos aplicados durante la lucha armada. Pero los obstáculos para su publicación estaban relacionados sobre todo con la condición del autor: se trataba de un revolucionario que contrariaba certidumbres fuertemente atrincheradas, de un disidente que analizaba con mucha severidad la reciente experiencia de la guerrilla de su país. Unos correligionarios de Payeras se acercaron a mí para plantearme la situación. Mostré disposición a leer el texto y eventualmente promover su publicación.
La lectura de El trueno en la ciudad me produjo una honda impresión. Era un relato conciso y estremecedor, armado con la fibra de los grandes relatos de aquellas acciones humanas que merecen ser recordadas y transmitidas a las generaciones que siguen. Entendí que las objeciones veladas o abiertas que se hacían a su difusión --por cuanto supuestamente provocaría confusión y desaliento, haciendo "el juego al enemigo", vieja cantaleta de los que temen a la verdad-- carecían de toda base racional o política. Por el contrario, se trataba del testimonio honesto e inteligente de un revolucionario que podría estimular el pensamiento y la búsqueda de nuevos medios para continuar la lucha con más ahínco. En todo caso, el que esto ocurriera no dependía de que se escamoteara u ocultara la verdad sobre lo sucedido, sino de las capacidades o limitaciones de los llamados a procurarlo o ponerlo en práctica.
Recomendé con énfasis la publicación a mis amigos de la editorial Juan Pablos Editor. El libro salió a la luz en 1987. Un dato que dibuja la intensa y compleja condición humana de Mario Payeras es que, en el mismo año, publica su deliciosa sinfonía de pájaros y vientos: El mundo como flor y como invento (Juan Boldó i Climent, Editores, México, 1987). Unos años después también me tocó en suerte promover la edición de su polémico trabajo en torno al desempeño de "los revolucionarios guatemaltecos al relacionar lo político con lo militar". Los fusiles de octubre, "balance crítico de la experiencia guerrillera guatemalteca de los años 70 y 80", y al mismo tiempo fruto maduro de su evaluación del foquismo, sale de las prensas en 1991 (Juan Pablos Editor, México).
Así se tejió una larga amistad que perduraría hasta la muerte de Mario en la ciudad de México, el 16 de enero de 1995. Con la frecuencia que les permitía su incansable actividad política y cultural, él y su compañera Yolanda Colom, nos visitaban en Olivar de los Padres y, posteriormente, en San Andrés Totoltepec. Para mi compañera Consuelo y para mí estas eran ocasiones excepcionales, siempre enriquecidas con excitantes pláticas sobre los temas de interés común que nos apasionaban: el proceso político guatemalteco, la cuestión étnica y nacional, la música, la literatura, el mundo en movimiento acelerado de aquellos años. Conociendo su interés en tan variados temas --como el medio ambiente y la biodiversidad, las corrientes filosóficas y estéticas, el arte de la política y de la guerra, entre otros-- no me extrañó su manifiesta sensibilidad hacia la problemática de los pueblos indios. Pero fue una total sorpresa enterarme de que Mario era el anónimo autor de un escrito que había abierto fecundos senderos en el debate sobre el asunto: "Los pueblos indígenas y la revolución guatemalteca" (1982).
La cuestión étnico-nacional
El texto, publicado sin firma en la revistaCompañero, por aquel tiempo órgano de difusión internacional del Ejército Guerrille¬ro de los Pobres (EGP), logró una cierta difusión más allá del círculo de los militantes a que estaba en principio destinado. Se trataba de una de las pocas reflexiones sobre el carácter de los pueblos indios y su lugar en el proceso de cambios nacionales, avalada por una organización político-militar. Su principal atractivo era la heterodoxa audacia que atravesaba sus páginas y el empeño de encontrar la conexión entre lo étnico y lo nacional. En aquel entonces --como lo sigue siendo en la actualidad, aunque quizás en menor medida-- esto no era frecuente. Más bien imperaba una perspectiva "clasista", cerrada y reduccionista, que consideraba el mundo de lo étnico como un epifenómeno, siempre secundario y prescindible.
Un fértil conjunto de planteamientos se encuentra plasmado en el mencionado ensayo. Se subraya el carácter heterogéneo de la conformación histórica guatemalteca, lo que permite reconocer al país tempranamente como un "territorio multinacional". Por lo que respecta a los pueblos indios, se advierte que sus particularidades étnico-culturales arrancan de la situación en que son colocados durante el período colonial. Marcados por el proceso histórico en su integridad, los pueblos indígenas registran los efectos de la diferenciación clasista y de la fragmentación territorial y cultural. En este momento del desarrollo de su perspectiva sobre la cuestión, el autor concluye que ello configura una situación peculiar, pues ni los grupos étnicos --pese a constituir la mayoría de la población-- ni los ladinos llegan a conformar una nacionalidad. Éstos, se afirma, incluso "carecen de unidad étnico-cultural y no conforman ni una etnia, ni una nacionalidad diferenciable."
Es importante destacar aquí que ya en el documento que nos ocupa se utiliza la formulación "étnico-nacional" para referirse al sistema de las identidades, y se caracteriza la compleja relación que contrae el vínculo de los pueblos indígenas con el Estado-nación como una "contradicción étnico-nacional". Es uno de los primeros textos en donde se da este paso. Se trata de un crucial salto de calidad, puesto que permite superar la visión unilateralmente centrada en el fenómeno "indio" (el etnicismo) y considerar las determinantes relaciones (tocantes a la dominación política, la explotación y las bases sistémicas de la sociedad global) que sitúan a los indígenas en su contexto y definen el ámbito en que deberán dar la lucha y encontrar soluciones: la nación. Este enfoque fue desarrollado en los años subsiguientes por diversos esfuerzos intelectuales, hasta convertirse en un sólido pilar de elaboraciones que permitieron superar las ideologías indigenistas en sus variantes integracionista o etnopopulista.
En ese marco se engendra una de las conclusiones duraderas del ensayo multicitado: "Ahora bien, uno de nuestros planteamien¬tos fundamentales de línea --quizás el menos ortodoxo dentro de los objetivos programáticos que se derivan de la complejidad de la sociedad guatemalteca y de los problemas a resolver para su transformación revolucionaria-- es la tesis de que en Guatemala la contradicción étnico-nacional constituye uno de los factores fundamentales de todo posible cambio revolucionario..." Así se definen al menos dos contradicciones básicas: la clasista y la étnico-nacional; las que determinan dos contenidos diferentes, aunque indisociables, del proyecto transformador. De éstos, el que tiene que ver con lo étnico-nacional contrae un carácter "liberador". En palabras de nuestro autor: "Liquidar las relaciones de dominio étnico-nacionales y eliminar la opresión y la discriminación de que son objeto los pueblos indígenas por el sistema de clases explotadoras, es el objetivo étnico-nacional de la revolución". Pero las contradicciones referidas no pueden considerarse separadamente, ni en lo que atañe a su análisis ni en lo relativo a su resolución, puesto que "ambas están indisolublemente entrelazadas en la medida en que surgieron históricamente como partes esenciales de un mismo sistema de dominación-explotación".
Persistía, sin embargo, un nudo de tensión (revisado por el autor más adelante) que conducía a una tesis problemática: que los indígenas como tales no eran parte "de las fuerzas motrices de la revolución", cualidad asignada exclusiva¬mente a obreros y campesinos, aunque se admitía que la unidad indígena-ladina operaba como un importante complemento del impulso emanado de la alianza obrero-campesina. En compensación, se proclamaba como tarea de los revolucionarios "vigorizar la conciencia nacional-étnica" en la medida que se reconocía a ésta "su valor revolucionario intrínseco".
Este núcleo de valorización de los pueblos indios de cara a los cambios sociopolíticos le permitió al autor incluir a los grupos étnicos en el terreno nacional y, a partir de allí, esbozar las premisas de un virtual régimen de autonomía, aunque todavía no utilice explícitamente el término. En efecto, Payeras critica la tendencia de los grupos dominantes, internos y externos, a excluir de la cuestión de la "integración" a los pueblos oprimidos y colonizados, con lo que éstos "quedan fuera del horizonte visual del problema nacional". Esto es lo que provoca que en los procesos integradores (como el que propugna el indigenismo latinoamericano del siglo XX) el destino inelucta¬ble asignado a los pueblos indígenas sea desaparecer como entidades sociocul¬turales. Payeras sostiene, en cambio, que ningún pretexto (como la superioridad que supuesta¬mente otorgan las conquistas científicas y técnicas) puede utilizarse para "destruir elementos de identidad étnico-cultural que pueden seguir siendo válidos históricamente para la construcción de sociedades más justas y de funcionamiento más armónico."
Congruente con ello, se levantan "los derechos legítimos de los grupos étnico-nacionales"; pero no en abstracto, sino considerando la necesidad de sentar bases económicas y políticas que lo hagan posible. Por lo que respecta a las segundas, la participación de los indígenas en el ejercicio del poder político a escala local y nacional --la base misma de la autonomía-- "es prerrequisito de toda posible reivindicación".
La búsqueda constante
Los planteamientos centrales hasta aquí esbozados serán la plataforma de los desarrollos posteriores emprendidos por el autor, sin excluir los ajus¬tes teóricos propios del pensamiento vivo. Este proceso de búsquedas y ajustes continúa, por ejemplo, en el apretado ensayo "Tesis sobre la cuestión étnico-nacional". Destacaré tan sólo tres aspectos novedosos:
1] Se replantea la visión sobre el ladino, merced a un análisis más fino de su conformación y características. En la nueva formulación se admite una identidad popular del ladino. Pero "la identidad étnico-cultural de los ladinos aparece como una conciencia desgarrada, tanto por su génesis histórica como por su actual ubicación en la estructura de clases." Esto, a su vez, permite completar el concepto total de la "cuestión étnico-nacional" en las condiciones de Guatemala, en el que queda incluido ahora la doble condición de los indios (como oprimidos y explotados) junto al "doble papel del Pueblo Ladino como parte del grupo cultural opresor y como parte de las clases dominadas".
2] Se reconoce a los pueblos indígenas su status en tanto sujetos políticos. En el terreno de la teoría política esto equivale a una emancipación. Se habla ahora de la formación de una nueva nación que surgirá de la alianza histórica no sólo de clases, sino además de "fuerzas sociales", mediante un proceso de cambios profundos del que "están llamados a constituirse en fuerzas motrices el proletariado y los Pueblos Indígenas".
3] Se arriba a una formulación explícita de la autonomía "como uno de los puntos centrales del programa revolucionario". El régimen de autonomía local y regional en mente incluye características precisas: a) se entiende como un ente territorial cuya delimitación considera tanto el área histórica (étnica y lingüística) de los respectivos grupos indígenas, como los factores socioeconómicos que lo concretan; b) constituye el ejercicio por parte de los pueblos indios del derecho a dotarse libremente, en el marco de la unidad de la nueva nación, de la organización (tradicional e institucional) "para decidir lo que les compete en los terrenos económico, cultural, social y político"; c) establece los mecanismos, procedimientos e instancias para que dichos pueblos puedan participar "en los órganos nacionales de decisión" que deberán ser parte del nuevo Estado.
En suma, en la nueva nación guatemalteca que concibe el autor, el régimen de autonomía regional y local es la base política para garantizar la efectiva observancia de "derechos que permitan a los Pueblos Indígenas proseguir libremente su propia vida y reproducir su cultura, tener sus propias instituciones y desarrollar sus elementos culturales específicos".
En trabajos posteriores que no publicó en vida, como su "Síntesis de la cuestión étnico-nacional" (1992), Payeras vuelve sobre los temas brevemente examinados, particularmente sobre el de la autonomía, pero la Guatemala a la que consagra sus pensamientos es concebida ahora como un país multiétnico. Su preocupación es encontrar una salida democrática al conflicto étnico-nacional, asegurando al mismo tiempo la unidad del país y evitando en lo posible rupturas lastimosas. Por eso, ante la propuesta de crear una "federación" con dos Estados (uno maya y otro ladino) para resolver las condiciones de opresión y discriminación a que están sometidos los pueblos indios, el autor razona: "Esta posibilidad, en efecto, puede llegar a materializarse, por lo menos como lucha segregacionista masiva, si la actual nación no se modifica y persiste en mantener el esquema hegemónico de la cultura dominante. Para evitar esa perspectiva dolorosa y negativa --la ruptura del país actual-- los marxistas debemos proponer como camino alternativo el de la autonomía maya en el seno de una nueva nación, entre cuyos rasgos estará el de ser multiétnica, pluricultural, multilingüe."
La misma inquietud se manifiesta en uno de sus últimos ensayos (que no logró completar y revisar, como era su propósito), "El Estado moderno en Guatemala" (1992), al considerar las complicaciones de la independencia como vía política para los indígenas. "Por ello--concluye allí--hoy nuestro planteamiento para los pueblos indios es la autonomía y no la independencia, puesto que el segundo camino no puede lograrse sin desgarrar al país."
Amar y comprender
Apenas hemos hurgado ligeramente en los papeles que, acerca la cuestión étnico-nacional y particularmente de la problemática de los pueblos indios de Guatemala, nos dejó Mario Payeras. Para acercarse a las hondas corrientes de ideas e intuiciones que fluyen en su pensamiento, de sus movimientos inesperados y destellos iluminadores, el lector dispondrá de una recopilación de sus textos dispersos sobre esta materia. Son tan sólo la punta del iceberg de las incesantes búsquedas de un hombre que supo hacer compatibles la acción y la reflexión en sus formas más altas, que tuvo que seguir amando a su país desde lejos hasta el último de sus días ("Esa era la dimensión en que a partir de entonces habría de sobrellevar su exilio", como escribió en El mundo como flor y como invento acerca de aquel guacamayo trasterrado) y que nos sigue hablando con su tierna voz del mundo plural, justo y democrático que imaginó su espíritu revolucionario.
Vale la pena adentrarse en este mundo de aspecto laberíntico, del que podemos emerger al menos con preguntas fecundas, que es para los hombres y mujeres cabales lo más necesario. En toda América Latina, el vasto territorio de las identidades étnicas y sus urgencias nos desafía a explorar sus dominios e idear caminos. En Guatemala esto parece insoslayable. Para ello es necesario ensanchar nuestra comprensión. Y a este respecto quizás conviene recordar las palabras de Mario Payeras: "Veinticinco años después de los sueños del comandante Turcios y sus camaradas en el nororiente del país, nuestra comprensión de la cuestión étnico-nacional aún se halla al nivel de los balbuceos, de los rudimentos, cuando no de la ignorancia. Y para los guatemaltecos en general, el nuevo vigor de la lucha indígena (durante toda la colonia se amotinaron muchas veces y fueron reprimidos a sangre y fuego) está sirviendo para que todos nos veamos en el espejo de la historia, porque no cabe duda que el futuro de Guatemala está vinculado indisolublemente al destino de los pueblos indígenas."
EN EL PENSAMIENTO DE MARIO PAYERAS
Héctor Díaz-Polanco
A mediados de los años ochenta la figura de Mario Payeras era ya conocida en los círculos intelectuales mexicanos. De su libro Los días de la selva (1980), premiado por Casa de las Américas, la Escuela Nacional de Antropología e Historia, de México, hizo una edición accesible. Esta hermosa crónica de la experiencia guerrillera en los frentes rurales del noroccidente guatemalteco durante los años setenta, en la que el autor había sido un organizador y protagonista destacado, fue leída con avidez y asombro. Aparte de los méritos intrínsecos, llamaba la atención que un comandante guerrillero sumara a sus probadas cualidades revolucionarias las extraordinarias dotes de escritor que se advertían en la obra.
Un pensador inquietante
Muy pronto tendría la ocasión de conocer al luchador, al escritor, al analista y, entonces lo descubriría, al poeta. En suma, al hombre. Los avatares de la lucha lo habían conducido de nuevo a tierras mexicanas. Por esas fechas, el legendario comandante Benedictoya traía entre sus papeles un libro que reflexionaba sobre el accionar guerrillero en el frente urbano a principios de los ochenta. La obra no encontraba editor. Los apuros económicos que experimentaban ya las empresas editoriales explicaba, en parte, la dificultad. Otra más importante era el contenido mismo del libro: crítico y autocrítico ante los métodos aplicados durante la lucha armada. Pero los obstáculos para su publicación estaban relacionados sobre todo con la condición del autor: se trataba de un revolucionario que contrariaba certidumbres fuertemente atrincheradas, de un disidente que analizaba con mucha severidad la reciente experiencia de la guerrilla de su país. Unos correligionarios de Payeras se acercaron a mí para plantearme la situación. Mostré disposición a leer el texto y eventualmente promover su publicación.
La lectura de El trueno en la ciudad me produjo una honda impresión. Era un relato conciso y estremecedor, armado con la fibra de los grandes relatos de aquellas acciones humanas que merecen ser recordadas y transmitidas a las generaciones que siguen. Entendí que las objeciones veladas o abiertas que se hacían a su difusión --por cuanto supuestamente provocaría confusión y desaliento, haciendo "el juego al enemigo", vieja cantaleta de los que temen a la verdad-- carecían de toda base racional o política. Por el contrario, se trataba del testimonio honesto e inteligente de un revolucionario que podría estimular el pensamiento y la búsqueda de nuevos medios para continuar la lucha con más ahínco. En todo caso, el que esto ocurriera no dependía de que se escamoteara u ocultara la verdad sobre lo sucedido, sino de las capacidades o limitaciones de los llamados a procurarlo o ponerlo en práctica.
Recomendé con énfasis la publicación a mis amigos de la editorial Juan Pablos Editor. El libro salió a la luz en 1987. Un dato que dibuja la intensa y compleja condición humana de Mario Payeras es que, en el mismo año, publica su deliciosa sinfonía de pájaros y vientos: El mundo como flor y como invento (Juan Boldó i Climent, Editores, México, 1987). Unos años después también me tocó en suerte promover la edición de su polémico trabajo en torno al desempeño de "los revolucionarios guatemaltecos al relacionar lo político con lo militar". Los fusiles de octubre, "balance crítico de la experiencia guerrillera guatemalteca de los años 70 y 80", y al mismo tiempo fruto maduro de su evaluación del foquismo, sale de las prensas en 1991 (Juan Pablos Editor, México).
Así se tejió una larga amistad que perduraría hasta la muerte de Mario en la ciudad de México, el 16 de enero de 1995. Con la frecuencia que les permitía su incansable actividad política y cultural, él y su compañera Yolanda Colom, nos visitaban en Olivar de los Padres y, posteriormente, en San Andrés Totoltepec. Para mi compañera Consuelo y para mí estas eran ocasiones excepcionales, siempre enriquecidas con excitantes pláticas sobre los temas de interés común que nos apasionaban: el proceso político guatemalteco, la cuestión étnica y nacional, la música, la literatura, el mundo en movimiento acelerado de aquellos años. Conociendo su interés en tan variados temas --como el medio ambiente y la biodiversidad, las corrientes filosóficas y estéticas, el arte de la política y de la guerra, entre otros-- no me extrañó su manifiesta sensibilidad hacia la problemática de los pueblos indios. Pero fue una total sorpresa enterarme de que Mario era el anónimo autor de un escrito que había abierto fecundos senderos en el debate sobre el asunto: "Los pueblos indígenas y la revolución guatemalteca" (1982).
La cuestión étnico-nacional
El texto, publicado sin firma en la revistaCompañero, por aquel tiempo órgano de difusión internacional del Ejército Guerrille¬ro de los Pobres (EGP), logró una cierta difusión más allá del círculo de los militantes a que estaba en principio destinado. Se trataba de una de las pocas reflexiones sobre el carácter de los pueblos indios y su lugar en el proceso de cambios nacionales, avalada por una organización político-militar. Su principal atractivo era la heterodoxa audacia que atravesaba sus páginas y el empeño de encontrar la conexión entre lo étnico y lo nacional. En aquel entonces --como lo sigue siendo en la actualidad, aunque quizás en menor medida-- esto no era frecuente. Más bien imperaba una perspectiva "clasista", cerrada y reduccionista, que consideraba el mundo de lo étnico como un epifenómeno, siempre secundario y prescindible.
Un fértil conjunto de planteamientos se encuentra plasmado en el mencionado ensayo. Se subraya el carácter heterogéneo de la conformación histórica guatemalteca, lo que permite reconocer al país tempranamente como un "territorio multinacional". Por lo que respecta a los pueblos indios, se advierte que sus particularidades étnico-culturales arrancan de la situación en que son colocados durante el período colonial. Marcados por el proceso histórico en su integridad, los pueblos indígenas registran los efectos de la diferenciación clasista y de la fragmentación territorial y cultural. En este momento del desarrollo de su perspectiva sobre la cuestión, el autor concluye que ello configura una situación peculiar, pues ni los grupos étnicos --pese a constituir la mayoría de la población-- ni los ladinos llegan a conformar una nacionalidad. Éstos, se afirma, incluso "carecen de unidad étnico-cultural y no conforman ni una etnia, ni una nacionalidad diferenciable."
Es importante destacar aquí que ya en el documento que nos ocupa se utiliza la formulación "étnico-nacional" para referirse al sistema de las identidades, y se caracteriza la compleja relación que contrae el vínculo de los pueblos indígenas con el Estado-nación como una "contradicción étnico-nacional". Es uno de los primeros textos en donde se da este paso. Se trata de un crucial salto de calidad, puesto que permite superar la visión unilateralmente centrada en el fenómeno "indio" (el etnicismo) y considerar las determinantes relaciones (tocantes a la dominación política, la explotación y las bases sistémicas de la sociedad global) que sitúan a los indígenas en su contexto y definen el ámbito en que deberán dar la lucha y encontrar soluciones: la nación. Este enfoque fue desarrollado en los años subsiguientes por diversos esfuerzos intelectuales, hasta convertirse en un sólido pilar de elaboraciones que permitieron superar las ideologías indigenistas en sus variantes integracionista o etnopopulista.
En ese marco se engendra una de las conclusiones duraderas del ensayo multicitado: "Ahora bien, uno de nuestros planteamien¬tos fundamentales de línea --quizás el menos ortodoxo dentro de los objetivos programáticos que se derivan de la complejidad de la sociedad guatemalteca y de los problemas a resolver para su transformación revolucionaria-- es la tesis de que en Guatemala la contradicción étnico-nacional constituye uno de los factores fundamentales de todo posible cambio revolucionario..." Así se definen al menos dos contradicciones básicas: la clasista y la étnico-nacional; las que determinan dos contenidos diferentes, aunque indisociables, del proyecto transformador. De éstos, el que tiene que ver con lo étnico-nacional contrae un carácter "liberador". En palabras de nuestro autor: "Liquidar las relaciones de dominio étnico-nacionales y eliminar la opresión y la discriminación de que son objeto los pueblos indígenas por el sistema de clases explotadoras, es el objetivo étnico-nacional de la revolución". Pero las contradicciones referidas no pueden considerarse separadamente, ni en lo que atañe a su análisis ni en lo relativo a su resolución, puesto que "ambas están indisolublemente entrelazadas en la medida en que surgieron históricamente como partes esenciales de un mismo sistema de dominación-explotación".
Persistía, sin embargo, un nudo de tensión (revisado por el autor más adelante) que conducía a una tesis problemática: que los indígenas como tales no eran parte "de las fuerzas motrices de la revolución", cualidad asignada exclusiva¬mente a obreros y campesinos, aunque se admitía que la unidad indígena-ladina operaba como un importante complemento del impulso emanado de la alianza obrero-campesina. En compensación, se proclamaba como tarea de los revolucionarios "vigorizar la conciencia nacional-étnica" en la medida que se reconocía a ésta "su valor revolucionario intrínseco".
Este núcleo de valorización de los pueblos indios de cara a los cambios sociopolíticos le permitió al autor incluir a los grupos étnicos en el terreno nacional y, a partir de allí, esbozar las premisas de un virtual régimen de autonomía, aunque todavía no utilice explícitamente el término. En efecto, Payeras critica la tendencia de los grupos dominantes, internos y externos, a excluir de la cuestión de la "integración" a los pueblos oprimidos y colonizados, con lo que éstos "quedan fuera del horizonte visual del problema nacional". Esto es lo que provoca que en los procesos integradores (como el que propugna el indigenismo latinoamericano del siglo XX) el destino inelucta¬ble asignado a los pueblos indígenas sea desaparecer como entidades sociocul¬turales. Payeras sostiene, en cambio, que ningún pretexto (como la superioridad que supuesta¬mente otorgan las conquistas científicas y técnicas) puede utilizarse para "destruir elementos de identidad étnico-cultural que pueden seguir siendo válidos históricamente para la construcción de sociedades más justas y de funcionamiento más armónico."
Congruente con ello, se levantan "los derechos legítimos de los grupos étnico-nacionales"; pero no en abstracto, sino considerando la necesidad de sentar bases económicas y políticas que lo hagan posible. Por lo que respecta a las segundas, la participación de los indígenas en el ejercicio del poder político a escala local y nacional --la base misma de la autonomía-- "es prerrequisito de toda posible reivindicación".
La búsqueda constante
Los planteamientos centrales hasta aquí esbozados serán la plataforma de los desarrollos posteriores emprendidos por el autor, sin excluir los ajus¬tes teóricos propios del pensamiento vivo. Este proceso de búsquedas y ajustes continúa, por ejemplo, en el apretado ensayo "Tesis sobre la cuestión étnico-nacional". Destacaré tan sólo tres aspectos novedosos:
1] Se replantea la visión sobre el ladino, merced a un análisis más fino de su conformación y características. En la nueva formulación se admite una identidad popular del ladino. Pero "la identidad étnico-cultural de los ladinos aparece como una conciencia desgarrada, tanto por su génesis histórica como por su actual ubicación en la estructura de clases." Esto, a su vez, permite completar el concepto total de la "cuestión étnico-nacional" en las condiciones de Guatemala, en el que queda incluido ahora la doble condición de los indios (como oprimidos y explotados) junto al "doble papel del Pueblo Ladino como parte del grupo cultural opresor y como parte de las clases dominadas".
2] Se reconoce a los pueblos indígenas su status en tanto sujetos políticos. En el terreno de la teoría política esto equivale a una emancipación. Se habla ahora de la formación de una nueva nación que surgirá de la alianza histórica no sólo de clases, sino además de "fuerzas sociales", mediante un proceso de cambios profundos del que "están llamados a constituirse en fuerzas motrices el proletariado y los Pueblos Indígenas".
3] Se arriba a una formulación explícita de la autonomía "como uno de los puntos centrales del programa revolucionario". El régimen de autonomía local y regional en mente incluye características precisas: a) se entiende como un ente territorial cuya delimitación considera tanto el área histórica (étnica y lingüística) de los respectivos grupos indígenas, como los factores socioeconómicos que lo concretan; b) constituye el ejercicio por parte de los pueblos indios del derecho a dotarse libremente, en el marco de la unidad de la nueva nación, de la organización (tradicional e institucional) "para decidir lo que les compete en los terrenos económico, cultural, social y político"; c) establece los mecanismos, procedimientos e instancias para que dichos pueblos puedan participar "en los órganos nacionales de decisión" que deberán ser parte del nuevo Estado.
En suma, en la nueva nación guatemalteca que concibe el autor, el régimen de autonomía regional y local es la base política para garantizar la efectiva observancia de "derechos que permitan a los Pueblos Indígenas proseguir libremente su propia vida y reproducir su cultura, tener sus propias instituciones y desarrollar sus elementos culturales específicos".
En trabajos posteriores que no publicó en vida, como su "Síntesis de la cuestión étnico-nacional" (1992), Payeras vuelve sobre los temas brevemente examinados, particularmente sobre el de la autonomía, pero la Guatemala a la que consagra sus pensamientos es concebida ahora como un país multiétnico. Su preocupación es encontrar una salida democrática al conflicto étnico-nacional, asegurando al mismo tiempo la unidad del país y evitando en lo posible rupturas lastimosas. Por eso, ante la propuesta de crear una "federación" con dos Estados (uno maya y otro ladino) para resolver las condiciones de opresión y discriminación a que están sometidos los pueblos indios, el autor razona: "Esta posibilidad, en efecto, puede llegar a materializarse, por lo menos como lucha segregacionista masiva, si la actual nación no se modifica y persiste en mantener el esquema hegemónico de la cultura dominante. Para evitar esa perspectiva dolorosa y negativa --la ruptura del país actual-- los marxistas debemos proponer como camino alternativo el de la autonomía maya en el seno de una nueva nación, entre cuyos rasgos estará el de ser multiétnica, pluricultural, multilingüe."
La misma inquietud se manifiesta en uno de sus últimos ensayos (que no logró completar y revisar, como era su propósito), "El Estado moderno en Guatemala" (1992), al considerar las complicaciones de la independencia como vía política para los indígenas. "Por ello--concluye allí--hoy nuestro planteamiento para los pueblos indios es la autonomía y no la independencia, puesto que el segundo camino no puede lograrse sin desgarrar al país."
Amar y comprender
Apenas hemos hurgado ligeramente en los papeles que, acerca la cuestión étnico-nacional y particularmente de la problemática de los pueblos indios de Guatemala, nos dejó Mario Payeras. Para acercarse a las hondas corrientes de ideas e intuiciones que fluyen en su pensamiento, de sus movimientos inesperados y destellos iluminadores, el lector dispondrá de una recopilación de sus textos dispersos sobre esta materia. Son tan sólo la punta del iceberg de las incesantes búsquedas de un hombre que supo hacer compatibles la acción y la reflexión en sus formas más altas, que tuvo que seguir amando a su país desde lejos hasta el último de sus días ("Esa era la dimensión en que a partir de entonces habría de sobrellevar su exilio", como escribió en El mundo como flor y como invento acerca de aquel guacamayo trasterrado) y que nos sigue hablando con su tierna voz del mundo plural, justo y democrático que imaginó su espíritu revolucionario.
Vale la pena adentrarse en este mundo de aspecto laberíntico, del que podemos emerger al menos con preguntas fecundas, que es para los hombres y mujeres cabales lo más necesario. En toda América Latina, el vasto territorio de las identidades étnicas y sus urgencias nos desafía a explorar sus dominios e idear caminos. En Guatemala esto parece insoslayable. Para ello es necesario ensanchar nuestra comprensión. Y a este respecto quizás conviene recordar las palabras de Mario Payeras: "Veinticinco años después de los sueños del comandante Turcios y sus camaradas en el nororiente del país, nuestra comprensión de la cuestión étnico-nacional aún se halla al nivel de los balbuceos, de los rudimentos, cuando no de la ignorancia. Y para los guatemaltecos en general, el nuevo vigor de la lucha indígena (durante toda la colonia se amotinaron muchas veces y fueron reprimidos a sangre y fuego) está sirviendo para que todos nos veamos en el espejo de la historia, porque no cabe duda que el futuro de Guatemala está vinculado indisolublemente al destino de los pueblos indígenas."
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