Julio C. Palencia
Aquí estamos nosotros
los ilégitimos
hijos de la posmodernidad
nosotros.
Los fantasmas de países desangrados
paridos día a día a la intemperie
nosotros.
A los que les vaciaron los bolsillos
los que nunca tuvieron nada
los de la esperanza envenenada
nosotros.
Los desechables y miserables nosotros.
Nosotros los eternos janitors
del primer mundo
los del medio tiempo
o de plano sin empleo
haciendo fila para el welfare
mientras dos ojos poderosos
nos recriminan la existencia
desde la ventana.
Los ilegales nosotros
los drogadictos y drug dealers
nosotros.
Los abiertamente retadores
los que no agachan la cabeza
los mal hablados
los borrachos y mal vistos
los peligrosos
sin un centavo entre la bolsa nosotros.
Los que se mueren por llegar al norte
de hambre de sed a golpes
de un balazo ahogados de cansancio
nosotros.
Los que no tienen madre
ni padre ni patria
ni casa ni silla para sentarse
eternamente de pie
nosotros.
The little bastards
que destruyen todo nosotros.
Los expulsados de todas partes nosotros.
Los que no tienen derechos
los que no tienen familia
los que no tienen una tumba
y somos cadáveres vivientes
nosotros.
A los que se pateó el trasero
con bota militar local y extranjera
que incesante repetía:
hijo de puta hijo de puta
muere hijo de puta.
Y ahora que todo se derrumba en las raíces
nos quieren monjes dominicos
hermanas de una caridad que nunca conocimos.
Nosotros los mal vistos
por las buenas gentes
la presa destinada al sacrificio
el chivo expiatorio nosotros.
Los débiles ráquiticos
los de la presencia incómoda
los que nunca somos invitados
al gran opening de la humanidad
los que siempre nos quedamos
fuera del banquete
los que miramos todo
y no compramos nada
y rondamos todo mall
como incesantes palomillas.
Los sinvergüenzas descarados
los siempre refugiados
los que no somos confiables
los que no somos capaces
por nuestro color y nuestro acentro
nosotros
nosotros
nosotros
nosotros
nosotros
mil veces nosotros.
Aquí estamos nosotros.
Los hijos fugitivos de nuestros días
paridos y amamantados
por la corrupción política y la dorada plusvalía.
Nosotros
los que no se atienen a fronteras
los buscadores de EL DORADO
Indiana Jones con defectuosa brújula
señalando sin miramientos hacia el norte.
Los que nos bajamos los calzones
nosotros.
Digámoslo a toda voz:
traemos el alma violada por el siglo veinte
y por todos los siglos anteriores
hasta contar a cinco.
Expíamos una culpa que nunca cometimos
terrible subdesarrollo espiritual del primer mundo.
Somos de esta fábrica globalizadora
el resto inservible.
Los muertos de hambre siempre
los que llenamos las cárceles
y las primeras planas de los diarios.
Fuimos la víctima y sólo después el victimario.
Somos un respiro que apenas se levanta
que quiere cantar una bella canción desconocida.
Somos ahora el excremento
mañana seremos un comienzo
luna nueva sol de la madrugada
un punto luminoso
una esperanza válida
una paz que no sea mentira.
Nos llega el día al corazón de repente
y todo se ilumina
Ningún libro de historia
recogerá nuestras desgracias
hablará de nuestra desventura y silencio.
Somos los débiles
y nuestra voz es apenas susurro.
Que no se apague este siseo
que se adhiera como un espanto
a nuestro rostro
y nos sacuda enteros
en esta libertad condicional ficticia
que nos obsequian
como un regalo nuevo
un dulce con veneno
un anéstesico barato y malo
para diluir nuestra memoria.
Igual como se coloca
una rosa en un florero
me senté en el sillón.
Me senté para ser observado.
Por ella.
Pero nunca despertó.
Se quedó en el sueño de otro
perdida en el trayecto
de un beso a un abrazo
y yo me quedé sentado
-repitiendo esta fotografía aburrida y pálida-
velando su sueño
mientras ella se hacía joven
y yo envejecía.
Cantando Bajo la Lluvia
Ella está conmigo.
Yo canto.
Sigo las pautas de la lluvia
y de las hojas desprendidas
lenta liviana
vocalización del arcoiris vegetal
rojo
verde amarillo
azul múltiple abrazo.
La tarde cae llena de cuervos
en todos los octubres fugitivos
y ella cuenta una dos hasta cien mil
las hojas del otoño
que aún no llega.
Canto desde su sonrisa
desde sus mares
una canción a medias un tartamudeo.
Ella ríe me acaricia el alma.
Hemos llorado tanto juntos
que a veces olvidamos
con qué letra empiezan nuestros nombres.
Se prolonga su cabello
hasta los altos mares metálicos vagabundos
y la levanta el viento
como un papalote
una bruja benévola y sin escoba
un arbol infinito de sombra poderosa profunda.
Me quedo sin voz.
Ella está conmigo.
Poco importa si se apaga el canto.
El mar la sueña
de pies desnudos
encendidos luceros de la tarde
sobre blancos caballos pasajeros.
Ella juega con las crines espumosas
y las cuenta
hasta llegar a diez
el cardinal de sus pestañas.
Y vuelve a empezar.
El mar.
Y ella también.
A trote se levanta emocionada
una crin revuelta
hasta la rodilla desnuda.
Ella ríe
le gusta.
El mar la sueña
y ella lo sabe.
Ella lo sueña a él también.
Spare change
p
a
r
e
change
susurra el frío
en una esquina rota
de Vancouver.
Se levanta del suelo
una puñalada seca
una boca suelta
y sin dueño.
Diciembre de trapos inservibles
sobre un rostro fugitivo
y temblorosa mano.
Yo no le veo
y acuso entendimiento de la frase
con una negativa en mi cabeza
y le distingo los cuatro ojos
entre la barba
cuatro jinetes
del apocalípsis que ya pasó.
Spare change
borbotea la boca trastabillante
y me entristezco por mí.
Hay un espacio líquido
entre las letras de tu nombre.
No eres tú
ni tu azul, lejana, mirada
los que me empujan
a descifrar estas lineas.
No, no fuiste tú,
ni fue tu cuerpo
o tu cabello de crepúsculo.
En alguna parte de ti,
en algún sésamo secreto,
hay un mar que me recuerda
y al que sueño
como sólo puede hacerlo un desterrado.
Está un barco perdido
entre las líquidas letras de tu nombre;
un niño extraviado
que nunca tuvo casa
y que nunca tuvo ni tendrá
camino de regreso.
Sobre aquella sepultura
ni una flor
ni una lágrima.
Cuatro caminos
le decían
al lugar donde lo hallaron,
cuatro caminos
cuatro pueblos
y de ninguno él venía.
Es un desconocido,
repetía una y otra vez la gente
¡Tan sólo un desconocido!
y se consolaban
al ver que áquel
no era un muertosuyo.
Certificado aquel asunto
del muerto sin nombre y sin familia
temerosos con motivo y por costumbre
le dieron sepultura.
Cruce del muerto
se llama el lugar ahora,
del muerto
que nadie conocía
y que no tenía nombre.
Sobre una pálida llama
yace taciturna
dormida
la palabra.
Encarnado movimiento
de la roca con alas
bajo anárquica
desorbitada
exhumación de la lengua.
Cae
cae
cae hacia la boca
la palabra
como elemental cometa
de soles interiores.
Julio C. Palencia con su poema Aquí estamos nosotros describe nuestra desgracia, nuestra realidad.
ResponderEliminarEs 2012 y seguimos saliendo del pais que nos vio nacer. No hay trabajo no se puede comer en un pais como el de nosotros. estas palabras del poema describen mi realidad y de los amigos que conosco. Gracias a este blog y al autor Julio C. Palencia
ResponderEliminarAquí estamos nosotros nos describe enteros, con todas nuestras miserias. Gracias a este blog por incluir esa calidad de poemas.Gracias.
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